| Descripción |
Crátera de cáliz de figuras rojas. En la cara principal del vaso se representa la apoteosis de Heracles. El héroe se sitúa a la izquierda, está sentado en una roca sobre la piel de león y se apoya en la clava con la mano derecha, mientras levanta la otra al mentón en actitud reflexiva. Detrás cuelgan el arco y el carcaj. Mira hacia la diosa Atenea, situada de pie en el centro, quien marcha hacia la derecha pero gira la cabeza hacia el héroe. En elextremo derecho, un joven, quizás Yolao, sostiene entre sus manos la piel de león y la avanza para entregarla a la diosa o al héroe.
En la cara posterior, Zeus, sentado en un trono de perfil, los pies sobre un escabel, sostiene el haz de rayos en la mano derecha y avanza la izquierda hacia una figura femenina situada frente a él. Es una diosa, Hera o Afrodita, de pie, de perfil, quien sostiene una flor que entrega a Zeus. Detrás de Zeus está Apolo, sentado en una silla, coronado de laurel, calzado con botas, quien toca una cítara de brazos altos y, mientras tañe las cuerdas con el plectro, regula su vibración con la mano izquierda.
El estilo de este y otros vasos es mucho más tosco que el de los modelos griegos a los que imita, pero también está lleno de una frescura y espontaneidad, a veces ingenua, que le confieren un carácter enormemente singular y atractivo.
La pieza se atribuye a la mano del pintor de Londres F 484, un artista de Vulci que trabaja en la primera mitad del siglo IV a.C. A este taller pertenecen un conjunto de vasos de figuras rojas que se caracterizan por su eclecticismo. Los elementos comunes son la decoración secundaria, especialmente las ovas y las composiciones de las palmetas bajo las asas. Se observa en su estilo una fuerte influencia de la pintura vascular de la Campania. Los temas representados, especialmente la apoteosis de Heracles, hacen alusión al triunfo heroico tras la muerte. Heracles es el héroe modélico que alcanza la inmortalidad olímpica -Zeus, Apolo y Afrodita o Hera están presentes en la otra cara del vaso para sancionar su triunfal destino- tras realizar doce trabajos, pruebas que supera con esfuerzo y sufrimiento. A la acción desbordada e ingente de las hazañas de Heracles de épocas anteriores, el siglo IV prefiere el reposo que acompaña el triunfo. El Heracles de Lisipo, especialmente el Heracles Epitrapezios, representa la culminación de este cambio. Tras los inmensos trabajos cumplidos el héroe adquiere conciencia melancólica de su vida agitada y aguarda su apoteosis. El rostro de Heracles resume la aceptación de ese pasado sufriente, ya superado.
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